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Lo que callamos los que alguna vez fuimos practicantes de Derecho

A raíz de la viralización de los casos de maltrato por parte de la abogada Paola Carbajal, del renombrado estudio Grau, a dos practicantes, se me vino a la memoria lo vivido entre octubre de 2004 y mayo de 2005

Publicado: 2020-06-24

                                                         Twitter: @lvreyes                                                          

Hace 16 años mi vida era otra. Muy distinta. Vivía en Lima con mis padres y estaba en el último año de la carrera de Derecho en la Universidad de Lima, mi alma mater peruana. Mi etapa universitaria fue de muchos sobresaltos a nivel personal y como estudiante. Mis primeros años en la educación superior los compartí con mi trabajo como cajero en Interbank. Tras pasar Estudios Generales y ya en los primeros años de la carrera, dejé el banco y decidí dedicarme de lleno a lo que por ese entonces suponía iba a ser mi ocupación por el resto de mi vida.

Como practicante de Derecho pasé por muchas experiencias, algunas agradables y otras no tanto. En mi experiencia laboral se encuentran: estudios de abogados dedicados a cobranzas, un laboratorio farmacéutico, una ONG, un renombrado estudio de un doctor que escribió un libro sobre El Acto Jurídico, y por último, una empresa de Telecomunicaciones. De este último lugar guardo muy ingratos recuerdos.

En 2004, entré a trabajar lo que sería mi última experiencia vinculada al mundo de las leyes. La empresa por aquel entonces era la última operadora que había ingresado al mercado peruano. Recuerdo mucho uno de sus primeros comerciales, la canción que usaron fue un hitazo musical de los 90: “I´m free” de Soup Dragons. Por esos años, era un maniático de revisar todos los días la bolsa laboral de la universidad, oferta laboral que veía y que me gustaba, mandaba mi curriculum vitae.

Faltaban pocos días para mi cumpleaños y me llamaron de este lugar para una entrevista, un dato no menor era que mi exenamorada trabajaba allí. Había sido una relación de un par de años y habíamos decidido ponerle fin por las constantes idas y vueltas, a pesar de todo, seguíamos siendo amigos y le comenté acerca de la posibilidad de compartir el mismo centro de labores. Llegó el día de la entrevista y conversé con la abogada jefa del área, en un primer momento me pareció una persona normal, como tantas otras, le comenté acerca de mis anteriores trabajos y de que estaba en el último ciclo de la universidad. Ella me detalló el trabajo que realizaban y me dijo que había mucho por hacer, que los expedientes entraban a diario y que provenían de todas partes del Perú. “Es un lindo desafío a puestas de terminar mi carrera”, le dije usando esa frase cliché. “Si eres el seleccionado, te llamo”, me contestó y nos despedimos.

Aún estaba trabajando en la ONG dedicada al derecho ambiental cuando recibí la noticia que comenzaba dentro de una semana en la compañía de celulares. Estaba contento porque después de años de estar en procesal civil iba a ver algo que también me gustaba y no tenía experiencia: derecho administrativo. Por encima de todo estaba el bicho del periodismo y a pesar que estaba en mi último año de Derecho, la facultad me había dado permiso para llevar cursos en Ciencias de la Comunicación.

Y así comenzó la poco feliz experiencia. La oficina de mi jefa era toda vidriada y al costado se encontraban todos los box de los abogados y practicantes que tenía bajo su supervisión. El primer día fui testigo de cómo la abogada gritaba a la gente de call center, ellos eran quienes nos tenían que pasar las pruebas para contestar los expedientes y pobre de ellos si se demoraban. Es cierto, el trabajo era mucho, demasiado, nos encargábamos de dar respuesta a las quejas y reclamos de los usuarios de todo el país. El horario de trabajo era de lunes a viernes de 9 a 18 horas y solo podíamos ausentarnos para ir a clases. Encima, yo me había matriculado en periodismo televisivo y tenía que hacer malabares para grabar y editar, labor que tomaba muchas horas. Un dato no menor era que cuando entrabas a trabajar te daban un celular de alta gama con minutos libres, es decir, que la jefa se sentía en pleno derecho de llamarte a cualquier hora, sin importar que sea fin de semana. Creo que solo la primera semana salí a las 18 horas, normalmente me iba a casa las 22. Ahora recuerdo con gracia la frase “la moto, se va la moto” eso significaba que se llevaban los escritos de las apelaciones a OSIPTEL, si no las habías terminado, tú mismo tenías que llevarlos caminando, en tu auto o en taxi.

¿Se acuerdan que el lunes 4 de abril de 2005 fue declarado feriado por la muerte del Papa Juan Pablo II? Bueno, el viernes 1, minutos antes de las 18 y mientras que ella hablaba por teléfono para coordinar su fin de semana largo, pasó por el escritorio de cada uno dejando unos 8-10 expedientes diciendo que los quería listos para el martes a primera hora. Las caras de decepción de todos daban pena. Por esos días aún brillaba el sol y lo primero que la gente pensó, cuando el gobierno anunciaba ese inesperado feriado, era playa. Ya por ese entonces estaba “curtido” de los gritos de la abogada cada vez que le presentaba expedientes con argumentos que a ella no le parecían. No iba a dejar que se salga con su gusto, tal como dejó los expedientes, los dejé encima de mi escritorio, me paré y dije: “Buen fin de semana, chicos”. Por dentro me reía de las caras de mis compañeros que habían pasado de la pena a la sorpresa. Mi exenamorada me contó que la jefa la había llamado el sábado por la mañana para preguntarle si yo había ido a la oficina y le contestó que no. Sí, para terminar los expedientes, la gente del área había ido a trabajar. Mi sentido de la responsabilidad podía más. Sí, me fui a la playa ese fin de semana, pero volví a Lima el domingo al mediodía; luego de dormir una larga siesta, el domingo por la noche estaba sentado en mi escritorio contestando los expedientes que me habían asignado, me quedé toda la madrugada trabajando.

Fueron seis meses de trabajo intenso y de malos tratos. Algunos de los defensores de la jefa decían que estaba así porque su condición de gestante, los más imparciales señalan que siempre tuvo ese carácter de mierda. Creo que esa fue la gota que rebalsó el vaso. Renuncié y me fui a trabajar a una agencia de prensa.

Despúes de tantos años...

Me parece increíble, que después de casi dos décadas los malos tratos por parte de abogados- jefes no hayan cambiado. En la facultad tuve buenos profesores, malos profesores e hijos de puta. Había un grupete de abogados de esos que andaban emperifollados con trajes caros que un poco más y levitaban. Alucinaban que porque trabajaban en el estudio Del Juárez-Castro, León, Muñoz, Guzmán, Calderón, Palacios y siguen firmas uno tenía que rendirle pleitesía. Una gran enseñanza que me dejó mi etapa universitaria es que no siempre un buen profesional es una buena persona y menos un buen profesor.

Tengo amigos que justifican a la abogada Paola Carbajal diciendo “quién no se comió puteadas cuando era practicante”. En tiempos en que se discute que normalizamos ciertas conductas que no están acordes con los nuevos tiempos, ya es hora de cambiar el maltrato a los practicantes y empleados. Saludo que los futuros abogados utilicen los medios tecnológicos para hacer valer sus derechos y que el periodismo haga eco de esas denuncias.

P.D. Esta es la canción del comercial de la “filial peruana de la empresa de telecomunicaciones”




Escrito por

Luis Vilchez Reyes

Periodista. Viví durante quince años en Argentina, hoy estoy en el sur del desierto israelí. Que sea siempre rock. TW: @lvreyes


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